Amando en el país de las sombras

No sabemos nada, estamos rodeados de oscuridad y de misterio, perdidos en un abismo con principio y fin incierto. Solo la luz de lo divino ilumina las sombras, y nos da consuelo. Queremos salir, pero por nuestros propios medios, solos. Y no sabemos. A tientas vamos, sin llegar a ello. Sólo lo que ilumina reconforta, hace que haya esperanza, que haya un sentido y un final de cuento. Ese es el único camino, construyendo a partir de esa luz, dando claves de acceso, nos convertimos por fin en cuerpos con alma, recuperándonos del deshecho, dejaremos de vagar en este vacío inmenso. Todo está ahí, y nosotros sin saberlo. En cada uno de nosotros, muy dentro.

 

 

Crítica Carlos Delgado, crítico de arte y comisario

Parece que hablar del alma ha caído en desuso. Es el cuerpo el que se muestra, el objeto de todo cuidado y atención, elemento definidor de la identidad. Formal y conceptualmente, los dibujos de Curra Rueda evocan esta ausencia a través de una dialéctica entre la luz y la oscuridad. El desplazamiento de la unicidad del cuerpo a favor de una metáfora de lo trascendente se revela en sus dibujos, por medio de redes lineales plateadas tejidas sobre fondos neutros. La constitución de la línea no transcribe un cuerpo sino que establece una paradoja: la ausencia de lo físico y la presencia de lo inmaterial. En este sentido se expresaba María Zambrano al señalar que el dibujo pertenece a la especie más rara de las cosas, “a aquella que apenas si tiene presencia: que si, son sonido, lindan con el silencio; si son palabras, con el mutismo; presencia qué de tan pura, linda con la ausencia; género del ser al borde del no-ser”. Un no-ser que, no obstante, para Curra Rueda responde a una lógica compleja: solo lo que ilumina reconforta y puede ser camino de construcción. Es decir, la artista parte de un cuerpo ausente para proponer la posibilidad de otro nuevo, sublimado, íntimo y trascendido”.