Nunca me consideré artista, pero con los años me he dado cuenta que no puedo tener alma de otra cosa. Tampoco entiendo que sin verme como tal, haya dedicado toda mi carrera a formarme y a trabajar en ello. Quizá la poca afinidad con el gremio y el no estar en el circuito haya contribuido de algún modo. Pero también esto me ha permitido una libertad y una maduración inusuales, que ahora valoro.

Sea como fuere, con las dudas propias del camino, llego a donde estoy con algunas resueltas y muchas expectativas. Mi trayecto vital y mi periplo artístico por fin confluyen sin conflicto.

Y es que cuando las aspiraciones trascienden a la propia vida y las preguntas llevan más allá de lo que uno desea, el mundo artístico se queda corto y empieza a tocar el cielo.